domingo, 8 de mayo de 2011

Cronicuchas desboicoteadoras.

¿Cuáles crónicas? Me pregunto mientras pienso en el Ponciano. Las que le prometí o las que he querido hacer desde que cayeron en mis manos Monsiváis y sobre todo Ibargüengoitia. ¿Qué me detiene? saber.

Domingo de mayo, marcha silenciosa por mi ciudad, por mi calle, en mis rumbos. Después de ver pasar la PFP en 2000, hoy veremos pasar la marcha nacional con la fabulosa y mexicanísima “estamos hasta la madre” y a dos días del diez… ¡madre santísima!

Bruno y yo dormimos y despertamos con las mismas caras de cualquier día laboral (él con una modorra perruna y yo con una pereza enorme que me dura más o menos 15 minutos)

Estar un domingo despierta a esta hora de la madrugada me recuerda otros domingos de mayo, marcados por la inexorable presencia de la madre (así le dice mi conciencia)

Desde una ventana que da al jardín de mis infancias me miro niña sonriendo, adolescente observando, joven soñando y ahora pensando en el futuro con mi nescafé a la mano. Por cierto que pensar cansa eh?

Por supuesto que este silencio que comparto con los marchistas, me lleva a reimaginar la marcha de 68, aquella que yo viví tumbada en una cama prestada allá en el ranchito donde crecieron mis padres. En ese entonces, apoyada por mi maestra de problemas sociales de México y armada con los libros que compraron mis compañeras me leí lo que había disponible.

Ahí me hice amiga de Pablo Gómez y enemiga del “Pino” (¿o al revés?), me encabroné con la traición de Perelló, me enamoré de González de Alba… Pero sobre todo me vi rodeada del ambiente estudiantil sesentero, me imaginé liderando una brigada callejera, lloré y lloré con Elena y los testimonios de La Noche de Tlatelolco (bueno aquí vale decir que años antes me deshice en lágrimas con La Cabaña del Tío Tom, purititito drama, desde Remi).

Así se me apareció la política: al revés.

Como explicarte Bruno, que pasé de leer cuentos de piratas y aventuras de corsarios al “Cuba para Principiantes” de Rius.

Así, como si nada, me fui forjando una “identidad izquierdoza” a lo largo y ancho de los kilómetros que separan a la UNAM de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (y ahí, cabe aclarar que es en serio: de vivir en una privada cerca de CU en el distrito federal, pasamos a vivir en una casita a tiro de piedra de la UAEM).Esa identidad “empírica” me causa ahora muchas molestias porque siento que agarré esas historias y me la puse como si fueran un chaleco
o un uniforme
o un estandarte
(o una original y talentosísima defensa ante una vida inexplicablemente rota a los ocho años)
y luego…
Y luego???????
(espero que este no sea el fin...)

1 comentario:

  1. el domingo también me hizo pensar en el 68. supongo que, con perdon de los ferrocarrileros de Vallejo, de los maestros, los médicos y demás, en las calles de esa ciudad de México de 1968 comenzó no el pasado, sino nuestro pasado.
    abrazo ceci!

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